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Bronce humano, José María Casanova

miércoles 23 de abril de 2014, 12:06h
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Bronce humano,
José María Casanova
El "Monumento a la familia" (o "Retrato con los abuelos", su verdadero nombre) de la Plaza de la Constitución ha dejado de ser la obra de un artista para integrarse en el día a día de los vecinos.
La escultura, en la que aparece una pareja de abuelos con sus nietos (aunque muchos ven en ella la representación de tres generaciones) ha pasado a formar parte de la vida del pueblo: los niños tocan los rostros, le dan la mano a los personajes o se suben a las faldas de la abuela. Para su autor, el escultor José María Casanova Martínez, esta integración es positiva: "La escultura debe formar parte de la vivencia callejera. Los niños juegan con ella y así se va incorporando a sus experiencias". Nos cuenta que no es el retrato de nadie en concreto; quería hacer algo relacionado con el pasado y el futuro de Torrelodones y, para ello, escogió unos rostros que resultaran cercanos a todo el mundo. Confiesa que siempre le han interesado las relaciones humanas, por eso el rincón en que se ubica la obra, cargado de intimismo, cuadraba a la perfección con su proyecto. Otras de sus esculturas callejeras, como la de una chica sentada en un banco o una figura bebiendo en una fuente, ambas en Pinto, también han vivido ese proceso de identificación: el bronce ha llegado a pulirse con las caricias de los niños.

Burgalés de nacimiento, José María vive en Madrid desde los 8 años, y desde esa temprana edad, de la mano de su padre y sus frecuentes visitas al Prado, nació su gusto por el arte. La escultura le llamó desde el principio, sin llegar a entender del todo los motivos, sintió que la forma le atraía más que el color. A los 14 años empezó a recibir clases de escultura por las tardes y, desde que decidió dejar los estudios de aparejador, con 21 años, se ha dedicado por completo a ese arte. "Claro que los primeros años fueron difíciles, pero tengo la suerte de que siempre he podido vivir de esto". Dentro de su inquietud de investigación constante, propia de todo artista, siempre ha buscado "reflejar las relaciones humanas a través de la escultura". El contenido es realista, no así la ejecución: puede que las personas que modela no tengan piernas, o que no tengan un rostro definido, pero poseen un toque emocional que les confiere humanidad. Es un estilo a caballo entre la figuración y la abstracción que él mismo define como "realismo experimental". Además de experimentar con las formas, lo hace con los materiales: aunque el bronce es su elemento, también trabaja con madera y ahora está incorporando el hierro e incluso la pintura como fondo de la escultura.

A Torrelodones llegó en 1983, lo que le permitió tener en el mismo lugar su casa, donde vive con su mujer y su hija, y su estudio, que comparte con infinidad de figuras, moldes y bocetos que parecen esperar la ausencia de uno para ponerse a charlar. Le preguntamos si vivir aquí ha influido en su obra: "Puede que sí, no lo sé. No sé qué habría pasado si hubiera vivido en otro sitio diferente". Lo que sí tiene claro es que el pueblo le gusta: "Aquí se vive bien".
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